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domingo, 26 de octubre de 2025

Fanzines en Binéfar: cuando la cultura se imprimía a golpe de fotocopia

Hubo un tiempo —no tan lejano— en que, si querías contar algo, no abrías un blog ni grababas un vídeo en TikTok o Instagram. Cogias un puñado de folios, buscabas una fotocopiadora de confianza (o que al menos no se atascara cada dos páginas), y te fabricabas tu propio medio de comunicación. Lo llamában “fanzine”.

Los fanzines fueron la herramienta predigital para que las ideas minoritarias, los gustos alternativos y las voces más inquietas se colaran por las rendijas de la cultura oficial. Revistas autoeditadas, con presupuestos de supervivencia y rebeldía de sobra. Música, cómic, política local, literatura marginal, la contra-cultura punk… papel y grapas como arma de expresión masiva.

España vivía los ochenta: explosión cultural en Madrid, punk en Euskal Herria, efervescencia en Barcelona… pero también en los pueblos donde parecía que nunca pasaba nada. Spoiler: sí pasaban cosas

Porque también aquí, en Binéfar, hubo quien dijo: «Si nadie cuenta lo que nos interesa… ¡ya lo contaremos nosotros!».

El lado Salvaje - Fancine Binéfar 

Y así nacieron tres fanzines locales que hoy son pequeñas joyas para entender la creatividad, la crítica y la inquietud de varias generaciones de binefarense:

La Escoba (finales de los 70 — principios 80)
La Otra Voz
El Lado Salvaje (1984…)

Cada uno muy distinto, pero unidos por la misma pulsión: hacer ruido desde los márgenes.

La Escoba: barrer lo establecido

Antes que "los modernos" llegaran con sus cintas de The Cure, en Binéfar ya había bullido un movimiento vecinal y político muy potente. Ahí aparece La Escoba: publicación vinculada a la Candidatura Independiente de Binéfar, surgida tras la dictadura, con una clara vocación de información ciudadana y crítica social.

Más que un fanzine cultural, fue un fanzine de combate:

  • denuncias políticas y municipales,
  • propuestas vecinales…
  • participación ciudadana,
  • análisis local

Era menos punk y más democrático, aunque igual de incisivo. Una escoba para levantar alfombras en tiempos en que hacía falta airear muchas cosas.

Podríamos decir que abrió camino: demostró que una publicación hecha desde la calle podía impactar en la vida real de un pueblo.

La Otra Voz: cuando la juventud habló en estéreo

Después de La Escoba, aparece La Otra Voz: una publicación que recogió el espíritu juvenil de principios de los 80. Su propio nombre ya es una declaración de intenciones: Si existe "una Voz" oficial… aquí va “la otra”.

Más experimental en contenido, más diversa en intereses:

  • música que no salía en los 40 Principales,
  • humor, ilustración y pequeñas dosis de irreverencia.
  • primeros grupos de pop y rock locales,
  • cultura alternativa....

Era un espacio para la creatividad de jóvenes que querían decir cosas y no tenían dónde hacerlo. La maqueta era totalmente DIY: máquinas de escribir, rotuladores, tijeras, pegamento, y a correr a la imprenta local.

La Otra Voz ya olía a contracultura y anticipaba lo que vendría a continuación…

La Otra Voz de Binéfar 

El Lado Salvaje: Binéfar se pone en modo underground

1984: Cuatro jóvenes deciden que la música, los cómics y la literatura "marginal" también tenían seguidores aquí, no solo en Madrid o Londres. Y nacen las 22 páginas de: «El Lado Salvaje» (sí, homenaje explícito a Lou Reed)

Sus creadores:

  • M. A. Abadías,
  • Liz García
  •  J. F. Lapuente,
  • Manuel Pueyo,
  • quizás alguien más que no hemos sabido reconocer...

Algunos datos:

  • Primer tiraje: 300 ejemplares
  • Precio: 110 pesetas
  • Canales de distribución: pubs de Binéfar y alrededores
  • Recepción: más de 200 copias vendidas en 15 días

Aquello fue un bombazo.

Su declaración de intenciones, recogida en su segundo número, lo deja claro: querían romper el silencio cultural del territorio:

“Nacimos con la intención de cubrir un hueco informativo en esta zona nuestra, donde la música pop y la cultura no oficial tienen un insospechado número de adeptos…”

El lado Salvaje - Fancine Binéfar 

En 1984, en plena resaca de la Transición y con la Movida madrileña extendiéndose por toda España, surge El Lado Salvaje, un fanzine que respira inconformismo, pasión y una necesidad casi vital de sacudir la modorra cultural de la época. Desde su primer número, el tono es claro: el rock no puede ser un museo, debe ser una materia viva, en constante mutación. Los redactores lo proclaman sin rodeos: “Pasearse por el lado salvaje es arriesgado pero excitante”, y en esas palabras se resume toda una filosofía.

El fanzine se abre con un manifiesto que mezcla entusiasmo juvenil y conciencia crítica. Herederos del espíritu punk del 77, los autores invocan a los Velvet Underground, los Stooges y los Doors como sus santos patronos. Pero su mirada está puesta en el presente: en los grupos que, desde Londres, Berlín o Madrid, están reescribiendo las reglas del juego. En una España que empezaba a salir del gris, El Lado Salvaje es una sacudida eléctrica contra la complacencia.

Sus páginas vibran con la urgencia de un tiempo que quería romper con todo. Hay críticas musicales apasionadas —de Parálisis Permanente, The Clash, Alan Vega o New Order— que van más allá de la reseña: son declaraciones de principios, pequeños manifiestos de resistencia cultural. Se denuncia la domesticación del rock por parte de las multinacionales y se exalta la independencia creativa, la búsqueda del riesgo y la autenticidad.

En medio del discurso político y social de la crisis —“las compañías de seguros venden miedo”, escriben con ironía—, el fanzine propone la música como un refugio y un arma. La libertad de creación se convierte en bandera, y el “hazlo tú mismo” en método y actitud. Cada texto transpira la rabia y la ilusión de quienes se saben parte de algo más grande: un movimiento subterráneo que está construyendo una nueva cultura.

El Lado Salvaje Binéfar 

El Lado Salvaje no es solo una publicación musical: es un testimonio de época, una crónica escrita con urgencia y con las manos manchadas de tinta. Su voz, a medio camino entre la lucidez y el delirio, nos recuerda que el rock —como la vida— solo tiene sentido cuando se vive al límite, sin miedo a ensuciarse. En sus páginas, la juventud de los ochenta se mira al espejo y se descubre salvaje, libre y ferozmente viva.

 El lado Salvaje - Fancine Binéfar

El número 2 de El Lado Salvaje (1984) es una auténtica cápsula del tiempo del underground aragonés. Desde su primera página respira la ilusión y la energía de un grupo de jóvenes de Binéfar que, sin esperar el beneplácito de nadie, decidieron conectar el Altoaragón con la escena musical y cultural más inquieta de la España post-movida.

La redacción —Abadías, Lapuente y Pueyo— abre el número con una editorial lúcida y casi programática: reconocen las dificultades de sacar adelante el proyecto, las críticas recibidas y la voluntad de “ensuciar la inmaculada blancura de los folios con la tinta de las máquinas de escribir”. Ahí está su espíritu: honestidad artesanal, cero pretensiones comerciales y una fe absoluta en la cultura como impulso vital.

El contenido combina artículos extensos sobre la Onda Siniestra española (Gabinete Caligari, Parálisis Permanente, Décima Víctima, Los Monaguillos…), análisis de grupos internacionales como Talking Heads o Iggy Pop, reseñas literarias y cinematográficas —de Feliz Navidad, Mr. Lawrence a Derrama whisky sobre tu amigo muerto— y un tono crítico que bascula entre la erudición autodidacta y la pasión sin filtros.

Su maquetación, mezcla de tipografía de máquina y collage manual, tiene el encanto imperfecto del hazlo tú mismo. La escritura es densa, cargada de referencias y entusiasmo, más cercana a un manifiesto cultural que a una revista musical al uso. Se nota la huella de una generación que había leído a Star, escuchado a Radio Futura y soñaba con escapar del gris de provincias a golpe de vinilo.

El Lado Salvaje no fue solo un fanzine: fue una declaración de existencia. Demostró que, incluso desde un pueblo, podía hacerse periodismo cultural con criterio, pasión y mala leche. Cuarenta años después, sigue siendo un documento imprescindible para entender cómo la contracultura también echó raíces en Binéfar.

 

Compartir es vivir, también en redes sociales.

Fuentes: 

- La Otra Voz: Cellit

 

 

domingo, 19 de octubre de 2025

«Símbolo» — Mario Molins y el homenaje de Binéfar a Joaquín Costa

Binéfar · Parque Benito Coll / Calle Mariano de Pano · Inaugurada el 8 de febrero de 2015

En Binéfar hay esculturas que cuentan historias; otras, como “Símbolo”, las canalizan.
La obra del artista binefarense
Mario Molins Roger se eleva en el parque Benito Coll, junto a la calle Mariano de Pano, como una acequia vertical que transforma el agua en metáfora de memoria, cultura y progreso. Concebida como homenaje a Joaquín Costa, la escultura resume en sus materiales y en su gesto lo que el regeneracionista altoaragonés defendió durante toda su vida: el poder del agua, la educación y el trabajo para transformar la tierra.

Símbolo Molins

 

Un monumento que nació del pueblo

La iniciativa de erigir un monumento a Joaquín Costa no fue institucional, sino popular.
La
Cooperativa del Campo Joaquín Costa y La Litera promovió la idea en su Asamblea del 28 de abril de 2011, y tras años de gestiones, el 18 de junio de 2014 firmó un convenio con el Ayuntamiento de Binéfar. A partir de ahí, la comunidad se volcó: la financiación se logró mediante aportaciones voluntarias de ciudadanos, sumadas a la subvención municipal que cubrió materiales e instalación.

El proyecto se encargó al escultor local Mario Molins, con un presupuesto total de 8.215,51 € IVA incluido, y fue asumido conjuntamente por la Cooperativa y el Ayuntamiento. Desde entonces, la obra pertenece al Inventario General de Bienes y Derechos del Ayuntamiento de Binéfar, formando parte del patrimonio cultural de nuestra localidad.

Símbolo Molins
Acto inauguración Símbolo

 

El autor y su visión: piedra, acero y tiempo

Mario Molins, nacido en Binéfar en 1983, combina arte y docencia, naturaleza y materia.
En su página oficial describe
Símbolo como un “vínculo con el tiempo, la memoria y el territorio”, donde la piedra no es solo un bloque extraído de una cantera, sino una parte viva de la tierra que la vio nacer. La pieza metálica, explica, “es una acequia vertical que canaliza la tierra, la memoria e incluso el tiempo representado por la piedra”.

Las tres palabras caladas en el acero —Evolución, Cultura, Progreso— son el núcleo conceptual de la obra. Según el propio artista, representan tres formas de crecimiento que Costa promovió:

  • Evolución, como crecimiento físico y técnico;

  • Cultura, como crecimiento intelectual;

  • Progreso, como desarrollo económico y social.

En conjunto, la escultura articula una lectura poética del legado costiano: la tierra se eleva y el agua se hace idea, recordando que el verdadero progreso surge de la educación, la innovación y el esfuerzo colectivo.

Mario nos manda este mensaje al Blog de Binéfar:

Mario Molins
El concepto del bloque de piedra que se eleva y que metafóricamente alza a la piedra y eleva la tierra. La piedra de Calatorao, tiene esa corteza terrestre y que de alguna manera recuerda esa tierra virgen sin labrar. La caja de la pieza de metal que la que la que abraza y no solo abraza la piedra, abraza al territorio,al territorio aragonés por eso, la piedra escogí la de Calatorao. La tajadera vertical que tiene esas tres palabras grabadas, abraza la piedra y la y la eleva no como si la canalizara y los tres conceptos tan claros: cultura; el hecho de que Joaquín Costa le diera tanta importancia ya no solo al comer, sino a la cultura al enriquecerse intelectualmente. El progreso y obviamente evolución. Evolución humana, no pero además la palabra evolución con sentido, no solo económicamente. No. Por eso está acompañada de cultura y de progreso y también marcando un poco la la vía ideológica del del propio Joaquín Costa.

Descripción técnica

Título: Símbolo
Autor: Mario Molins Roger
Año: 2014 (inaugurada en febrero de 2015)
Ubicación: Parque Benito Coll (Unidad de Ejecución 15, Binéfar)
Materiales: Piedra de Calatorao y acero Cor-Ten
Dimensiones: 350 × 100 × 100 cm
Peso aproximado: 8 toneladas

La obra se compone de dos cuerpos: un bloque de piedra extraído directamente de la tierra —conservando parte de su textura natural— y una estructura de acero que lo abraza, generando un equilibrio entre masa y verticalidad. Esa “acequia” metálica, oxidada y cálida, actúa como un canal simbólico que eleva la tierra y la memoria hacia el cielo.

Símbolo de Mario Molins en Binéfar

Símbolo de Mario Molins en Binéfar



 

Una inauguración con eco colectivo

El 8 de febrero de 2015, día en que se cumplían 104 años de la muerte de Joaquín Costa, Binéfar vivió un acto de homenaje cargado de emoción y simbolismo.

El alcalde Agustín Aquilué, acompañado por el vicepresidente de la Cooperativa, Juan José Mallén, y el presidente del Canal de Aragón y Cataluña, José Luis Pérez, descubrió el monumento ante vecinos, escolares, asociaciones y artistas locales.

Por fin se hace justicia en Binéfar a uno de los grandes impulsores de la riqueza de esta zona”, declaró el alcalde durante su discurso.

También recordó que “el agua fue vehículo de democracia, de igualdad y de oportunidades”, destacando cómo la política hidráulica impulsada por Costa transformó la agricultura y la industria agroalimentaria de La Litera.

El acto incluyó lecturas de textos por parte de escolares del CEIP Víctor Mendoza y del Colegio Virgen del Romeral, una ofrenda floral con productos de la tierra y una representación final a cargo de Los Titiriteros de Binéfar, dirigida por Paco Paricio, que escenificó la vida y obra del homenajeado.

Símbolo de Mario Molins en Binéfar 

Simbolismo: agua, cultura y progreso

La escultura funciona como una alegoría del agua canalizada, el motor del desarrollo aragonés y el alma del pensamiento de Costa.

Molins resume el sentido de su obra con un poema breve —recogido en la ficha municipal— que parece condensar todo su mensaje:

Un abrazo a la tierra petrificada
piedra, metáfora de tiempo
tiempo canalizado como el agua
agua que hace evolucionar
agua y cultura
agua para el progreso
el progreso de la tierra

Pocas veces un poema y una escultura se funden tan bien. Símbolo convierte el agua —esa corriente horizontal— en una fuerza que asciende y eleva. Es un monumento al trabajo humano, al conocimiento y al respeto por la naturaleza; un recordatorio de que, en Binéfar, el progreso siempre ha nacido de la unión entre tierra y gente.

Patrimonio vivo

Hoy, Símbolo se integra con naturalidad en el paisaje urbano del parque Benito Coll.
Sus líneas firmes y su diálogo con la luz del sol —que cambia el color del acero a lo largo del día— hacen que cada observador encuentre una lectura diferente. No es una obra monumental en el sentido clásico, sino
una presencia serena que invita a detenerse, mirar y recordar.

El monumento a Joaquín Costa es una pieza de memoria viva: un gesto de agradecimiento a un hombre que entendió que la verdadera riqueza de la tierra no está solo en su agua, sino en su gente. Y también, un testimonio de que en Binéfar el arte sigue siendo un cauce donde fluyen la historia, la identidad y la creatividad.

Símbolo de Mario Molins en Binéfar

 

Fuentes

  • Inventario Municipal de Bienes y Derechos del Ayuntamiento de Binéfar (2014).




domingo, 12 de octubre de 2025

El Alfiler, una escultura de "Pepe Beltrán" para fijar el conocimiento

Hay esculturas que gritan, otras que susurran. El Alfiler de Pepe Beltrán pertenece a la segunda familia: un gesto sencillo —un alfiler gigantesco plantado en la plaza— que, con su silencio metálico, enlaza historias personales, oficio cotidiano y ciudad. Está en la plaza Hipólito Bitrián, junto al IES Sierra de San Quílez de Binéfar, y desde 1990 se ha vuelto una referencia discreta pero entrañable del paisaje urbano. 


Alfiler de Pepe Beltrán

❤️ Binéfar – 12 años contando historias

Gracias por seguirnos 

12 años de blog de Binéfar
Fotografía panorámica de Binéfar de Raúl Castellá

 

 

domingo, 5 de octubre de 2025

Insumisión en Binéfar: 1996

Abrir la hemeroteca y encontrarse con la edición del 9 de marzo de 1996 del Diario del Altoaragón es volver a una conversación que todavía no se ha apagado del todo. En la página 11 de aquel número —accesible desde la hemeroteca digital del periódico— se hablaba de insumisión, de juicios, de objeción de conciencia y de una forma de militancia cívica que atravesó también nuestros pueblos de La Litera y el Bajo Cinca. Aquella crónica reflejaba un clima social muy concreto: una España que discutía la “mili”, que contaba objetores y que encajaba —no sin tensiones— la desobediencia civil.

¿Qué contaba aquella noticia?

La noticia de 1996 encajaba con el pulso del momento: objetores que no aceptaban ni el cuartel ni la Prestación Social Sustitutoria (PSS), un instrumento legal creado en 1984 para quienes invocaban la conciencia, pero más largo que el propio servicio militar, y visto por los insumisos como una penalización encubierta. La Ley 48/1984 reguló la objeción y la PSS; negarse a la mili se juzgó primero en la jurisdicción militar, y rehusar la PSS implicaba procesos en la ordinaria, con penas de prisión que, en los 90, se convirtieron en uno de los costes políticos más visibles del tema. 


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