Acercamos el artículo del Centro de Estudios Literanos - Cellit Litera aparecido en la revista Somos Litera , del mes de enero de 2020. Una vez más, Silvia Isábal y Víctor Bayona del Cellit, publica en la sección "Historias de Nuestra Historia" de la revista Somos Litera la historia de nuestra carta puebla.
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La carta puebla de Binéfar
Aunque la carta puebla de Binéfar se ha publicado varias veces transcrita, en pocas ocasiones se ha visto traducida e interpretada, y lo cierto es que su contenido proporciona algunas informaciones interesantes sobre la villa en el s. XII.
Antes de eso, vale la pena recordar qué son exactamente las cartas pueblas y por qué son tan importantes. Se trata de los documentos que otorgaban los reyes o señores durante la Reconquista a un grupo de personas, con el fin de conseguir la repoblación de ciertas zonas que poseían un cierto interés económico o estratégico, y se convirtieron en las manifestaciones mas elementales y primarias del derecho local. Hay una tipología muy amplia de cartas pueblas, dependiendo del momento o las circunstancias en que se otorgaron, y algunas recogen toda una serie de disposiciones complejas que regulaban las normas generales a las que debían ajustarse los nuevos pobladores.
La carta puebla de Binéfar sin embargo es sencilla, y se puede englobar dentro de lo que los expertos denominan «contratos colectivos agrarios». que constituían una mera donación de tierra. Fue otorgada por el maestro templario Pedro de la Rovera (en el documento aparece como «Rogueria») el 27 de enero de 1158 a un grupo de quince agricultores de Abinefar, cuyos nombres vale la pena repasar, ya que son los primeros binefarenses registrados: Martin García, Jordán de Sesterum, Bernardo de Sesterum, Pedro de Aragón, Berenguer de Casrelon, Martin Calbet, Bernardo Sanz, Pedro Sanz, Ramón Juver, Arnal de Arbul, Ar-nal de Torrenta, Bernardo de Sanlaure, Ramón de Torgon, Martín de Castelon y Sancho, abad de Monzón.
A estos quince agricultores y sus familias se les entregó el término de la almunia de Binéfar, que comprendia también otras dos almunias con sus correspondientes términos. La donación se hacía a perpetuidad pero con una serie de condiciones que consistían en el pago de tributos, diezmos y primicias.
Los tributos
Los tributos consistían en la entrega anual de quince medidas de Monzón repartidas de la siguiente forma: cinco cahíces de trigo, cinco de avena y cinco de cebada, mientras que los diezmos (la décima parte) y la primicia (prime-ros frutos) afectaban a los panes, huevos, gallinas, cerdos y otros animales.
A cambio, estos agricultores tenían libertad para vender o empeñar sus propiedades a quienes quisieran, con la única limitación de que no fueran a parar a miembros de la nobleza o el ejército, ya que la intención era precisamente la repoblación. La Orden del Temple solamente se reservaba el tanteo dominical, por el que conservaban un derecho preferente de recompra.
Una claúsula inusual
Sin embargo, la cláusula más peculiar e inusual de esta carta puebla tiene que ver con la meteorología. Los habitantes del primitivo Binéfar debían llevar viviendo ya algunos años en la que iba a convertirse en su tierra, y conocían bien los efectos de su dura climatología. Por eso presionaron para incluir una cláusula según la cual si en un año determinado la niebla, el pedrisco o la sequía impedían la cosecha, solo quedaran obligados al pago del diezmo y la primicia. La inclusión de esta cláusula, extraña en este tipo de contratos, fue un acto generoso por parte de los templarios que ante la aridez del suelo y el clima extremo del término, debieron recurir a este estímulo para conseguir que el lugar resultara atractivo para los nuevos pobladores.
El siglo XIV
A comienzos del siglo XIV, los binefarenses todavía exigían el cumplimiento de este beneficio para reducir la carga tributaria en años de calamidades. El original de esta carta puebla se perdió y conocemos su contenido gracias a una copia textual realizada en 1229 que se halla en el Archivo de la Corona de Aragón, en Barcelona. Entre los firmantes que dan fe de la exactitud y autenticidad de la copia aparecen Bernardi de Binefar y Raimundi, abbati et capellani sancti Petri de Binefar, lo cual demuestra que a comienzos del s.XIII el nombre de la localidad se escribía ya como en la actualidad y también que poco tiempo después de que estos primeros binefarenses consiguieran la propiedad de su tierra, ya existía en la población un templo bajo la advocación de San Pedro, seguramente en el mismo lugar en el que unos siglos más tarde se construiría el que ahora conocemos.
Fuente: Revista Somos Litera Enero 2020