domingo, 9 de noviembre de 2025

Las Jornadas Culturales que fuimos, las que somos y las que podríamos ser

En mayo de 1976, en La Voz de Binéfar, Paco Paricio escribió un texto que, leído hoy, sigue sonando fresco, punzante y bastante certero. Hablaba de las Primeras Jornadas Culturales organizadas por el Ayuntamiento y llamaba la atención sobre algo muy sencillo: si la cultura se queda solo en los mismos de siempre, si no se abre, si no se discute, si no se pregunta… entonces se convierte en un mueble viejo, algo que está, pero no se usa. 

Paco, con esa capacidad suya de mezclar humor socarrón con ojo crítico, se preguntaba por qué todo estaba pensado “solo para jóvenes estudiantes” y por qué no había mesas redondas con el párroco, el alcalde o el responsable de urbanismo. En el fondo, lo que estaba pidiendo era participación real, transversal, sin miedo a mezclar públicos. Cultura de plaza, no de sala cerrada.

Han pasado casi cincuenta años desde aquel artículo, y es interesante ver cómo Binéfar ha seguido inventando, probando, acertando y equivocándose en torno a la cultura. Desde los años en que las Semanas de la Juventud eran el laboratorio principal —con conciertos, concursos, teatro aficionado, charlas y mucho aire fresco— hasta la llegada de la Semana de la Cultura o de la de Aragón, que buscaba abrir el abanico a todas las edades, cada época ha ido dejando su huella, el Pórtico cultural o celebraciones como San Jorge o San Quílez de caracter más festivo . Algunas propuestas, como sabemos, tuvieron más participación que otras. Y también hubo momentos en que la cultura parecía más una formalidad que una necesidad, como si programar actividades equivaliera automáticamente a generar vida cultural. Ya sabemos que no funciona así.

Y entonces llegó Imaginaria, que, sin querer copiar nada ni competir con nadie, hizo algo muy cercano a lo que sugería Paco en 1976: sacar la cultura a la calle, darle diversidad, mezclar generaciones y, sobre todo, no tomar al público por tonto. Imaginaria entendió que en Binéfar hay hambre de experiencias compartidas, de cosas que sorprendan, emocionen y hagan pensar sin solemnidad. Y lo demostró con una simple idea: si lo que pasa es bueno y nos toca, la gente viene. No hace falta obligar a nadie.

Volviendo al artículo de Paco, hay una frase que hoy sigue teniendo puntería: “No quiero atacar a la Comisión de Cultura, porque la conozco y sé lo que trabajan. Pero algo no funciona.” Esa lucidez es útil también ahora. No se trata de señalar culpables, sino de preguntarnos juntos qué queremos que sea la cultura en Binéfar hoy. ¿Un calendario de actos para rellenar? ¿Un espacio donde nos miramos unos a otros desde la distancia? ¿O un territorio común donde se discute, se aprende, se juega, se discrepa y se comparte?

Quizá el reto no ha cambiado tanto. Puede que sigamos necesitando esas mesas redondas imposibles que pedía Paco: el presidente del club de fútbol, el párroco, los DJs, las madres y padres, los chavales del instituto, los urbanistas, los enfermeros, los músicos de siempre y los que empiezan.

La cultura, para que valga la pena, tiene que ser conversación viva, conflicto amable, encuentro. No un escaparate.

Y si algo se ha demostrado en estas décadas es que cuando Binéfar quiere, puede. Solo hace falta que lo que se proponga tenga sentido para la gente. Paco se atrevió a imaginar una cultura más popular, más participativa, más valiente.

Casi medio siglo después, aún estamos a tiempo.

 

Jornadas Culturales Binéfar

Fuente: LA voz de Binéfar, mayo 1976 

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