En la hemeroteca local, aparecen imágenes que hablan claro. La fotografía publicada en La Voz de Binéfar en diciembre de 1986 —la misma que ilustra esta entrada— captura un instante de esos que resumen una época: un grupo numeroso de estudiantes de Bachillerato del Instituto de Binéfar avanzando por las calles, pancarta en mano, reclamando algo tan sencillo como poder estudiar sin trabas.
El mensaje era directo: «No más trabas para estudiar». No había márketing político detrás, ni redes sociales, ni hashtags ingeniosos; solo la voz cruda de una generación que empezaba a comprender que la educación es un terreno donde siempre hay algo que defender.
El contexto nacional: un país en medio de una negociación educativa
1986 fue un año agitado para la enseñanza media en España. El Ministerio de Educación impulsaba reformas que afectaban a plantillas, horarios, recursos y condiciones para el alumnado. Las coordinadoras de institutos y el Sindicato de Estudiantes organizaron una serie de paros y manifestaciones en todo el país. El clima era de efervescencia: la democracia llevaba apenas una década asentándose y la juventud, que había crecido entre la ilusión del cambio social, no estaba dispuesta a ceder terreno en un derecho tan básico como el acceso a una educación digna.
Las movilizaciones no eran algo aislado: a lo largo de noviembre y diciembre se sucedieron manifestaciones en Madrid, Zaragoza, Barcelona, Valencia y un largo etcétera. Las demandas variaban según la región —desde la saturación de aulas hasta la falta de inversión en infraestructuras—, pero todas compartían un hilo común: la percepción de que se estaba poniendo en riesgo la calidad del sistema educativo.
Binéfar también levantó la voz
Lejos de las grandes capitales, la protesta arraigó igualmente en localidades pequeñas. Binéfar, como tantos otros municipios medianos y rurales, tenía su propio pulso educativo. El Instituto —hoy conocido como IES Sierra de San Quílez— ya concentraba a buena parte de la juventud comarcal, y las carencias se notaban: materiales que tardaban en llegar, espacios insuficientes, asignaturas sin profesorado estable, incertidumbre ante los cambios normativos…
Por eso no sorprende que, cuando llegó la convocatoria de huelga general de enseñanzas medias, un buen número de estudiantes binefarenses decidiera sumarse. Y lo hicieron a su manera: con determinación, con energía y con una mezcla de inocencia y firmeza que solo se da en la adolescencia.
La crónica de La Voz de Binéfar cuenta que aquel día recorrieron varias calles céntricas y terminaron frente al Ayuntamiento. En la imagen se ve un grupo compacto, mayoritariamente joven, marchando juntos con la pancarta desplegada. ¿Las conoces?.
La expresión de quienes aparecen transmite lo que transmiten todas las manifestaciones juveniles: convicción, algo de nervios y ese impulso generacional que empuja a pensar que el futuro se puede moldear.
Un recordatorio para hoy
Mirar esta fotografía casi cuatro décadas después es un pequeño ejercicio de memoria cívica. No hace falta romantizar nada: las protestas no solucionan todos los problemas, pero sí sacan a la luz los que existen. Y en 1986, como ahora, la educación seguía necesitando defenderse.
Aquellos estudiantes de Binéfar no sabían si sus reivindicaciones tendrían efecto inmediato. Pero sí sabían una cosa: quedarse callados nunca es la opción más inteligente.
Porque el futuro no se espera, se exige. Y en diciembre de 1986, en este rincón del Alto Aragón, unos cuantos adolescentes lo dejaron muy claro.
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Fuerte: La voz de Binéfar
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